Ordeño la vida cada mañana,
al salir el sol.
De muy buena gana
tomo con cuidado la ubre de mis sueños
y acompasadamente exprimo,
viendo salir gotas de esperanza.
No me impaciento ante la lentitud del acto.
Y mientras rezo por la única verdad que orienta mi vida,
el fondo del tazón se llena
y me dispongo a repartir el fruto del ordeño,
el cual, rápidamente se disipa,
ante los ojos expectantes que llenan la alborada.
Y así, mañana a mañana
transcurre mi existir.
Entre ordeños e ilusión,
Tomo con cuidado la ubre de mis sueños
y acompasadamente exprimo viendo salir gotas de esperanza
gotas que alimentarán las raices de mis razones de vivir.